Crítica de cine de
El Ilusionista

Crítica de Quim Casas (El Periódico)

Basada en una novela escrita por un premio Pulitzer, algo que siempre abrillanta el producto en cuestión, El ilusionista es una película eficaz. Este adjetivo, que en algunos casos puede parecer insuficiente, cuando no algo despectivo, le va muy bien a un filme que mezcla esencialmente el estilo del más tradicional de los artesanados cinematográficos con alguna que otra gota de qualité.

Se trata de un filme perfecto para clausurar el festival de Sitges, como sucedió en la última edición del certamen catalán, para ser contemplado en una sobremesa televisiva o en una sala repleta de amantes de la magia y el ilusionismo. Además, cuenta con un reparto de lo más estudiado: Edward Norton, uno de los últimos díscolos de Hollywood; Paul Giamatti, la última estrella surgida de un cierto cine independiente, y Jessica Biel, una actriz que sabe comportarse en el drama casi decimonónico tras haber sido compañera de andanzas del cazavampiros Blade y de haberse enfrentado ni más ni menos que a Leatherface en el remake de La matanza de Texas.

Con estas cartas, nada marcadas y bien dispuestas sobre el tapete, el realizador Neil Burger ha orquestado un relato de intriga vienesa, romance interclasista, magia blanca y toques sobrenaturales que sumerge al espectador en un estado más o menos ingrávido en el que la realidad y el raciocinio se confunden con las apariencias y la prestidigitación. El tema habría encantado a directores como Tim Burton, David Lynch o Tod Browning, pero casi seguro que estos tres cineastas apostarían por un estilo más carnavalesco. Por el contrario, Burger ofrece una película sólida y frontal, sin aspavientos ni meandros posmodernos, resuelta con esa eficacia que se echa de menos en los artesanos del cine que se hace hoy en día.

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