Sandra Alquézar.
02/10/2017 - 12:58 h.
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- Ha sido una ilusión tremenda, porque es uno de los premios más importantes en lengua castellana. Además, es mi primera novela, así que nunca me hubiera imaginado recibir un premio así por parte de un jurado de tanta categoría. Estoy muy emocionada y muy ilusionada, todavía me dura el subidón y hace ya seis meses que lo recibí.
- Yo creo que puede pasar hasta cierto punto, quizás no tanto con novelas, sino con otro tipo de textos, como biografías o ensayos. Pero, al final, el lector lo que quiere es algo que le guste. Puede haber algunos que te compren porque les suena tu imagen, pero el lector es muy crítico y se gasta el dinero en algo que sabe que le va a reportar satisfacciones.
- Precisamente porque quería que el texto se peleara por sí mismo. No quería ir con mi nombre y mi cara por delante, sino que los personajes fueran los que pelearan.
- Todo empezó porque se me ocurrió el final de una historia y la escribí. Más adelante se me ocurrió un principio y luego fui rellenando. Fue algo que hice sin pensar y un poco para mí, como tantas cosas, y de repente me vi metida en la escritura de una novela. Iría por la mitad cuando me paré y pensé "espera, ¡pero si es que estoy escribiendo una novela!" (risas).
- No, para nada. Me apareció esa historia en la cabeza y la tenía que sacar de ahí, pero no fue nada premeditado.
- En absoluto. Sabía a dónde quería llegar, pero no sabía ni quién iba a llegar hasta allí ni cómo iba a hacerlo. Todo eso lo fui descubriendo a medida que iba escribiendo el libro, no me hice ningún tipo de esquema ni nada por el estilo.
- Surgió como algo natural por algo tan simple como que yo nunca había escrito ficción y, si quería que los personajes y sus voces fueran creíbles, era mucho más fácil que fueran mujeres porque yo también soy mujer. Ni si quiera me lo llegué a plantear, simplemente era más sencillo para mí escribir con voz de mujer porque estoy acostumbrada a hacerlo.
Pero también las elegí porque creo que las mujeres que tenemos cierta proyección pública tenemos la obligación de dar a nuestras hijas y al resto de las niñas un espejo en el que puedan mirarse. Me gustaría que pudieran decir "yo quiero ser escritora porque hay mujeres escritoras, yo quiero ser inspectora jefa de policía porque la protagonista de aquel libro que me leí podía serlo, con sus defectos y virtudes". Pensé que estaría bien crear dos protagonistas como Ana e Inés para que las adolescentes que lean la novela se encuentren con personajes en los que puedan verse reflejadas.
- Pasa en todas las profesiones, es decir, cuando llegas a un cierto puesto, la mayoría de personas que deciden son hombres, y a partir de ahí es mucho más complicado moverte, ascender y formar parte de determinados códigos. "¡Nos vamos el domingo al Bernabéu y allí vemos el fútbol y, de paso, hablamos de negocios!" ¿Cómo encaja una mujer en esos códigos? Afortunadamente, ya hay mujeres que tienen puestos de mucha responsabilidad, pero todavía queda mucho por avanzar. Y en este asunto tenemos que estar juntos hombres y mujeres; los hombres son nuestros compañeros de lucha y de viaje.
- Curiosamente, yo creo que hay más de mí en Ana. Inés es más segura, más decidida; sin embargo, Ana no está segura de las cosas, llora, se deprime, todo le afecta, tiene subidas y luego se hunde en la miseria. Y yo soy más Ana, sí... (risas).
- Porque tenía más sentido que el relato de los hechos lo hiciera la periodista. No era coherente que la inspectora de policía escribiera el libro, por eso me salió natural que Inés escribiera en primera persona y Ana no.
- Hay muchos factores que hacen que determinadas historias alcancen resonancia y otras no. En primer lugar, tiene que ver con la proximidad al lector. Recuerdo que en mi primera clase en la universidad, el profesor de redacción nos preguntó "¿qué es más noticia, un niño fallecido en un accidente de autobús o cincuenta niños fallecidos en un accidente de autobús?". Todos le dijimos "¡cincuenta!", y él contesto "no, depende. Es más noticia un niño que ha muerto aquí en nuestro barrio que cincuenta en Italia, en la India o en cualquier otro país".
Además, cuánto más joven es la persona que desaparece, más alarma social se crea. Pensamos "podría ser mi hija, podría ser mi hermana, podría ser el bebé de mis vecinos" y eso nos conmueve más. Tiene mucho que ver con códigos de proximidad y de miedo.
- Por supuesto. Como cuento en la novela, un periodista le pone un apodo a la persona que cree que se ha llevado al niño, eso se difunde por las redes sociales y se convierte en viral. De repente, todo el mundo cree haber visto al secuestrador en diferentes puntos del país. Y cuando ocurre algo así, los periodistas -que estamos muy pendientes de las redes sociales- tenemos que ir con mucho cuidado y ejercer la responsabilidad de comprobar toda la información antes de darle voz porque, en cuanto lo hacemos, la estamos haciendo creíble.
No soy un monstruo
Autora: Carme Chaparro
Editorial: Espasa
Páginas: 336
Edición: tapa dura / ebook
Precio: 19 / 10 euros
Premio primavera de novela 2017
- Los periodistas somos más necesarios que nunca, precisamente porque funcionamos como un embudo: nos llega una gran cantidad de información que analizamos y filtramos; después, basándonos en nuestra experiencia y profesionalidad, decidimos qué creemos que es importante y qué noticias definen el mundo cada día. Por leer diez tweets al día no estás informado, porque además en las redes sociales estamos en constante diálogo con gente que piensa igual que nosotros y al que no nos gusta lo bloqueamos. Son peligrosas porque nos retroalimentamos de personas que piensan como nosotros y creamos un mundo en el que solo escuchamos voces afines, por lo que al final nos volvemos más radicales.
- Más de lo que pensaba. Evidentemente, me ha ayudado a la hora de contextualizar el personaje de Inés y contar cómo funciona un informativo de televisión. Pero me he dado cuenta de que también me ha ayudado mucho el hecho de que en la televisión escribo para contar las cosas de viva voz en un tiempo muy breve, por lo que tengo que ser muy visual, concisa y descriptiva para que la gente empiece a imaginarse lo que van a ver después. De eso hay mucho en el libro: frases muy cortas y muy visuales.
Además, escribir columnas en la prensa también me ha acostumbrado a hacer textos muy cortos, con un principio que enganche, un desarrollo que sea como un camino por el que el lector se deslice y un final muy contundente. Gran parte de esa técnica está en esta novela.
- Sí, de hecho Mediaset ya ha comprado los derechos y están pensando si hacer una película o una serie, así que a la pantalla llegará. También estoy muy contenta por eso.
- La verdad es que tardé poco: tres meses. Lo escribí en una época en la que trabajaba los fines de semana, así que tenía cuatro días libres. También viajaba y daba clases, pero dejaba a mis hijas en el colegio y podía llegar a casa y ponerme a escribir. Por entonces tenía mucho tiempo para mí misma y era raro... Los periodistas estamos acostumbrados a escribir muy rápido y en sitios con mucho ruido, por eso cuando estaba escribiendo sola en casa pensaba "no puede ser". Confieso que me ponía la televisión, la lavadora, el microondas... solo para que hubiese ruido. Pero, dado que tenía tiempo, fue un proceso muy rápido.
- Maravillosos. Me está sorprendiendo el hecho de que no me haya llegado ningún comentario negativo, y eso que son miles, a través de las redes sociales o por la calle. Todo el mundo me habla maravillas de la novela, así que para mí es un honor. Siempre digo que el libro, una vez está en papel, ya no es del autor sino de los lectores.
- Está claro que cada uno lee el libro según su propia experiencia, pero a mí me gustaría que sintieran que es un libro que se ha escrito desde las tripas y en el que yo, al escribirlo, he sufrido para que los personajes sufrieran. Quería que los lectores vieran esa verdad en los personajes y en sus sentimientos.
- Para mí ha sido realmente duro, porque para escribir con esa verdad he tenido que intentar imaginar muy de cerca lo que sentirían los personajes en momentos horribles. En realidad solo son duros emocionalmente, porque no se habla de lo que les pasa a los niños, ni hay escenas sangrientas, ni nada por el estilo. Pero son duros a nivel emocional porque hablo de los sentimientos más profundos de los personajes. Y he sufrido, en algún momento he tenido que parar, llorar, comerme una chocolatina y luego seguir.
- Sí, pero no porque nos guste que los demás sufran, sino porque si alguien sufre, en primer lugar, nos da la capacidad de consolarle. En segundo lugar, nos hace sentirnos agradecidos por nuestra propia vida, porque cuando ocurre una desgracia a nuestro alrededor empezamos a valorar las cosas cotidianas que normalmente damos por sentadas. A veces la gente se queja por tonterías como "es lunes". Pues bien, es lunes, ya llegará el sábado, pero de momento es lunes y después del trabajo tienes un ratito para disfrutar con tu familia o tomándote un café... Aprovéchalo.
- Esa es otra de las cosas que tengo que agradecer a mi profesión. Cuando escribes un texto periodístico o haces la escaleta de un informativo, tienes que mantener la tensión del espectador durante todo el tiempo que dura, y eso me ha salido de manera natural en la novela. Además, como yo sabía a dónde quería llegar, para mí era más fácil construir una especie de laberinto y hacer que el lector se perdiera y se chocara una y otra vez.
- Creo que todos tenemos un monstruo dentro porque, en el fondo, no dejamos de ser animales luchando por la supervivencia de la especie o, más bien, de nuestros genes. Eso es algo que está escrito en nuestro ADN y no podemos luchar contra ello. Los años de socialización nos han hecho educar a ese monstruo, creer que no existe, pero... ¿Qué haría cualquiera de nosotros si nos pusieran delante a una persona que les ha hecho mucho daño a nuestros hijos? ¿Podríamos dejar que se ocupase la justicia? Nadie sabe cómo va a reaccionar en ciertas situaciones, siempre hay algo que puede hacer que ese monstruo que tenemos dentro salga a la luz.
- Algo escrito hay. Pero como mi vida es así de complicada, el rato que puedo escribir cada día son los veinte minutos que estoy en la peluquería de la tele. Más allá de eso... apenas tengo tiempo. La intención está ahí, aunque tengo que ver qué hago con los personajes después de ese final. No sé cuándo llegará, pero creo que los lectores se merecen saber qué pasa con todos los personajes después de la resolución del caso Slenderman.
Sandra Alquézar es Graduada en Periodismo por la UZ. Trabaja en la sección digital de El Periódico de Aragón y colabora en Redaragon. Lectora voraz, escritora aficionada, consumidora incansable de música y cinéfila.
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